viernes, 30 de enero de 2015

Cuentos para la reflexión

Aquí os dejo un cuento que he leído en un blog llamado "Utopía y Educación" de un grupo de de profesores de Almería. Es una traducción del cuento "The Little Boy" de Helen Buckley.

Un niño

Una vez un niño fue a la escuela. Él era bien pequeño. Y la escuela era bien grande. Pero cuando el niño vio que podía ir a su clase caminando directamente desde la puerta de afuera, él se sintió feliz, y la escuela no le parecía tan grande así. Una mañana, cuando hacía poco que él estaba en la escuela, la maestra dijo:   
    - Hoy vamos a hacer un dibujo.
    - Bien –pensó él.
A él le gustaba dibujar. El podía hacer todas las cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos..., y tomó su caja de lápices y comenzó a dibujar. Pero la maestra dijo:
    - ¡Esperen! ¡No es hora de comenzar!
Y él espero hasta que todos estuviesen listos.
     - ¡Ahora! –dijo la maestra- Vamos a dibujar flores.
     - ¡Bueno! –pensó el niño.
A él le gustaba dibujar flores con lápiz rosa, naranja, azul. Pero la maestra dijo:
     - ¡Esperen! Yo les mostraré cómo se hacen. ¡Así! –dijo la maestra, y era una flor roja con tallo verde

      -  ¡Ahora sí! – dijo la maestra. Ahora pueden comenzar.
El niño miró la flor de la maestra y luego miró la suya. A él le gustaba más su flor que la de la maestra. Pero él no reveló eso. Simplemente guardó su papel e hizo una flor como la de la maestra. Era roja, con el tallo verde.
Otro día, cuando el niño abrió la puerta de afuera, la maestra dijo:      
     - Hoy vamos a trabajar con plastilina.
     - ¡Bien! –pensó el niño. 
El podía hacer todo tipo de cosas con plastilina: víboras y muñecos de nieve, elefantes y rabitos; autos y camiones... Y comenzó a apretar y amasar la bola de plastilina, pero la maestra dijo:
     - ¡Esperen! No es hora de comenzar. Y él esperó hasta que todos estuviesen listos.
- Ahora! –dijo la maestra- nosotros vamos a hacer una víbora.
- Bien, pensó el niño. A él le gustaba hacer víboras. Y comenzó a hacer unas de diferentes tamaños y formas. Pero la maestra dijo:
- ¡Esperen! Les mostraré cómo hacer una víbora larga. ¡Así! Ahora pueden comenzar.
El niño miró la viborita de la maestra. Entonces, miró las suyas. A él le gustaban más las suyas que las de la maestra. Pero no reveló eso. Simplemente amasó la plastilina en una gran bola e hizo una viborita como la de la maestra. Que era una viborita larga.
Así, el niño aprendió a esperar y a observar y a hacer cosas como la maestra, y luego él no hacía las cosas por sí mismo.
Entonces sucedió que el niño y su familia se mudaron para otra casa, en otra ciudad y el niño tuvo que ir a otra escuela. Esa escuela era mucho mayor que la primera, entonces había puertas afuera. Para llegar a su salón, él tenía que subir algunos escalones y seguir por un corredor largo para finalmente llegar a su clase.
Y justamente en el primer día, que él estaba allí, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- Bien –pensó el niño. Y esperó a la maestra para que le dijera cómo hacer. Pero ella no dijo nada, apenas andaba por el salón. Cuando se acercó al niño, ella dijo:
- ¿Tú no quieres dibujar?
- Sí –dijo el niño-. Pero ¿qué vamos a hacer?
- Yo no sé hasta que tú lo hagas –dijo la maestra.
- ¿Cómo lo haré? –preguntó el niño.
- ¿Por qué?- dijo la maestra- De la manera que tú quieras.
- ¿Y de cualquier color? –preguntó él.
- De cualquier color –dijo la maestra-. Si todos hiciesen el mismo dibujo y usasen los               mismos colores, ¿cómo yo podría saber quién hizo qué, ¿y cual sería de quién?
- No sé- dijo el niño. 
Y comenzó a hacer una flor roja, con el tallo verde.

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